Objetivo Vaticano: La muerte del Papa Francisco y sus implicaciones geopolíticas

Por: Alberto Rodríguez Rodríguez


La muerte del Papa Francisco representa un acontecimiento de alcance global cuyas repercusiones trascienden el ámbito estrictamente religioso para incidir de manera directa en la estructura y dinámica de la geopolítica internacional contemporánea. El pontífice argentino, primer papa latinoamericano y primer jesuita en ocupar el trono de Pedro, supo imprimir a la Santa Sede un perfil de actor global, dotado de un soft power renovado y de una capacidad de interlocución que se extendió a los principales foros multilaterales, así como a escenarios de conflicto y crisis donde la legitimidad moral y la neutralidad diplomática del Vaticano resultaron decisivas[1]. Durante su pontificado, Francisco redefinió la acción internacional de la Iglesia católica, orientando su discurso y praxis hacia la defensa de los marginados, la promoción del diálogo interreligioso, la denuncia de las desigualdades y la protección del medio ambiente, en un contexto de creciente fragmentación geopolítica, auge de los populismos y crisis de los sistemas multilaterales[2]. La desaparición de una figura de tal envergadura plantea, por tanto, interrogantes de fondo sobre el futuro papel de la Santa Sede en la arquitectura internacional, sobre la continuidad o no de su legado reformista y sobre la capacidad de la Iglesia para seguir siendo un referente ético y un mediador creíble en la resolución de los grandes desafíos globales[1].


Soft Power y Presencia en la Gobernanza Global 

El legado geopolítico de Francisco se articula en torno a una revitalización del soft power vaticano, entendido como la capacidad de influir en la agenda internacional a través de la autoridad moral, la diplomacia discreta y la construcción de consensos en torno a valores universales. Bajo su liderazgo, la Santa Sede amplió su presencia en foros multilaterales, participando activamente en la ONU, el G20, la COP y otros organismos internacionales, donde abogó por el multilateralismo, la protección de los derechos humanos y la responsabilidad ética de los Estados frente a desafíos como el cambio climático, la pobreza y las migraciones forzadas[1]. Francisco supo situar a la Iglesia como actor relevante en la gobernanza global, no solo mediante la palabra, sino también a través de acciones concretas, como su intervención en el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, su papel en la crisis venezolana, su apoyo a los procesos de paz en Colombia y Sudán del Sur, y sus reiterados llamamientos al diálogo en Oriente Medio, Ucrania y la península coreana[2]. La publicación de la encíclica “Laudato si” marcó un hito en la diplomacia climática, proporcionando un marco ético que influyó en la negociación y posterior adopción del Acuerdo de París, mientras que su condena tanto al uso como a la posesión de armas nucleares supuso un giro doctrinal de gran calado[1]

La muerte de Francisco genera, en consecuencia, un vacío de liderazgo moral y político en un momento de crisis sistémica, donde la guerra en Ucrania, el conflicto en Gaza, la rivalidad creciente entre China y Estados Unidos y la proliferación de conflictos regionales erosionan la gobernanza global. La figura del papa argentino era percibida, incluso por actores alejados de la fe católica, como un contrapeso ético frente a la lógica de bloques, la escalada armamentística y la instrumentalización política de la religión. Su capacidad para tender puentes entre actores enfrentados, para mantener abiertos canales de comunicación con gobiernos autoritarios y movimientos sociales, y para legitimar iniciativas multilaterales en materia de paz, desarrollo y derechos humanos, situó a la Santa Sede en una posición de centralidad en la diplomacia internacional[1]. La ausencia de su voz y de su liderazgo puede facilitar la radicalización de posturas en conflictos donde el Vaticano había actuado como mediador, como en el caso de Rusia y Ucrania o Israel y Palestina[3].


Desafíos Internos de la Iglesia en Transición

En el plano interno, la Iglesia católica afronta desafíos estructurales de enorme envergadura, que se ven ahora agudizados por la transición papal. La secularización creciente en Europa, el auge del catolicismo en África y Asia, la gestión de crisis como los abusos sexuales y la transparencia financiera, y la necesidad de renovar el discurso y la praxis eclesial para responder a las expectativas de un mundo en transformación, configuran un escenario de alta complejidad. El próximo cónclave, que será uno de los más diversos y globales de la historia, se convierte así en un evento de relevancia geopolítica, pues la elección del sucesor de Francisco determinará no solo el rumbo de la Iglesia, sino también su peso y capacidad de influencia en la arquitectura internacional[4].

La composición del Colegio Cardenalicio, con una mayor representación de África, Asia y América Latina, refleja el desplazamiento del eje demográfico del catolicismo hacia el Sur Global, y abre la posibilidad de que el próximo papa provenga de regiones tradicionalmente periféricas en la historia de la Iglesia. La elección de un pontífice africano, por ejemplo, reforzaría la legitimidad de la Iglesia en el Sur Global, aumentaría su capacidad de mediación en conflictos regionales y proyectaría una agenda más sensible a los problemas de la periferia[3].

Sin embargo, la sucesión papal no solo está marcada por la variable geográfica, sino también por la orientación doctrinal y pastoral del futuro pontífice. Francisco impulsó reformas en materia de transparencia financiera, lucha contra los abusos sexuales, descentralización eclesial y apertura hacia colectivos tradicionalmente excluidos, como los migrantes, los pobres y las minorías sexuales. Un sucesor alineado con estas reformas consolidaría el papel del Vaticano como actor progresista y globalizador[2]. Por el contrario, un giro conservador o eurocéntrico podría replegar la acción internacional de la Iglesia[4].


Conclusión: Una Transición Clave en la Historia Moderna de la Iglesia

La transición papal ocurre, además, en un contexto de crisis de los sistemas multilaterales y de emergencia de nuevos actores y coaliciones. La ausencia de Francisco y la incertidumbre sobre el perfil del próximo papa pueden debilitar la capacidad de la Iglesia para articular respuestas globales a los grandes desafíos del siglo XXI[1]. Una variable adicional a considerar es el impacto que la transición papal tendrá en las relaciones bilaterales y multilaterales de la Santa Sede con los principales actores del sistema internacional. Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia, China, Brasil y otras potencias emergentes han desarrollado, durante el pontificado de Francisco, una relación pragmática y estratégica con el Vaticano[5].

Asimismo, el vacío de liderazgo que deja Francisco puede tener repercusiones en la cohesión interna de la Iglesia y en su capacidad para responder a los desafíos de la modernidad[4]. El próximo pontífice deberá enfrentarse a la tarea de consolidar las reformas iniciadas por Francisco, profundizar en la descentralización y la transparencia, y fortalecer la presencia de la Iglesia en los espacios de diálogo intercultural, interreligioso y científico[1]. La muerte de Francisco y la inminencia del cónclave abren un periodo de transición que será observado con atención por la comunidad internacional, los medios de comunicación y la sociedad civil global[5]. En un mundo marcado por la incertidumbre, la fragmentación y la emergencia de nuevos desafíos globales, la Santa Sede está llamada a renovar su compromiso con la paz, la justicia social y el desarrollo sostenible. El reto es mayúsculo, pero también lo es la oportunidad de consolidar un liderazgo global basado en la autoridad moral, la diplomacia discreta y la capacidad de articular respuestas innovadoras y solidarias a los problemas comunes de la humanidad[1].

Bibliografía

[1] Vatican News. «Pope Francis’ pontificate of peace, for peace.»

[2] Council on Foreign Relations. «Pope Francis Remembered.»

[3] Social News XYZ. «‘Time for an African Pope’: Vatican expert Francesco Sisci hints at Francis succession.»

[4] TIME. «Global Leaders Offer Tributes to Pope Francis.»

[5] The Guardian. «Pope Francis: a radical pontiff in an age of division.»


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